TEN BRINK, JORAM Y OPPENHEIMER, JOSHUA (EDS.) KILLER IMAGES. DOCUMENTARY FILM, MEMORY AND THE PERFORMANCE OF VIOLENCE
WALLFLOWER PRESS, NEW YORK, 2012, 330 PP.

Bruno Hachero Hernández

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HACHERO HERNÁNDEZ, BRUNO, "TEN BRINK, Joram y OPPENHEIMER, Joshua (eds.) Killer Images. Documentary Film, Memory and the Performance of Violence" en: Cinema Comparat/ive Cinema, n.9, 2016, pp. 82-83

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«Cinema has long shaped not only how political violence, from torture to warfare to genocide, is perceived, but also how it is performed»

 

A partir de esta idea seminal, que los editores lanzan en la introducción a este Killer Images, es fácil ver los vínculos profundos que unen esta obra teórico-analítica con el díptico indonesio de Joshua Oppenheimer, formado por The Act of Killing (2012) y The Look of Silence (2015). Tanto la producción de ambos largometrajes como la realización de este volumen emanan del proyecto Genocide and Genre de la University of Westminster, que dirige el propio Joram ten Brink y propone «desarrollar metodologías cinematográficas innovadoras para explorar la memoria, las historias y las performances de hechos de violencia genocida». Un proyecto que se despliega en la intervención cinematográfica, pero también en la reflexión teórica que explora los vínculos entre horror, memoria y cine, en la que, amén de la doble condición académica y cinematográfica de los editores, participan teóricos y cineastas. Desde la convicción del papel fundamental del cine en estas prácticas violentas, ten Brink y Oppenheimer proponen en este volumen un acercamiento colectivo a las posibilidades, límites y preguntas que la imagen cinematográfica plantea hoy día en relación a la violencia política.

 

De imágenes que curan a imágenes que asesinan, la cartografía de obras analizadas en este volumen excede al cine y aborda también la imagen televisiva, la animación, el videoactivismo o la fotografía, tejiendo un corpus en el que se enmarcan diferentes posibilidades de la imagen para documentar la violencia, pero también un posible camino cinematográfico que nos lleva de Glauber Rocha, Jean Rouch, Jean-Luc Godard, Claude Lanzmann o Peter Watkins a diversos cineastas contemporáneos que han abordado el tema desde posiciones problemáticas e innovadoras: Harun Farocki, Avi Mograbi, Rithy Panh, Errol Morris y el propio Joshua Oppenheimer.

 

En el estudio que abre el volumen, Thomas Keenaan desvela cómo la imagen puede derivar en campo de acción para la violencia a partir de su propio reclamo; una cámara de TV durante la Guerra de Bosnia, podía matar. Una idea clave para entender el cine de Avi Mograbi en los checkpoints israelíes, o la resistencia videográfica de colectivos como Burma VJ o del artista chino Ai Wei Wei, por nombrar un ejemplo no tratado en el libro. Ante ello, el uso de imágenes virtuales para el entrenamiento o tratamiento postraumático de soldados revela una doble potencialidad de la imagen para acceder al horror. Indagando en esa misma dirección a partir del estudio de los documentales sobre el genocidio nazi, Brian Winston analiza cómo la frontera de la representación que Lanzmann quiso haber delimitado en su Shoah (1985) queda superada por la animación como forma visual capaz de alcanzar el ostranénie o extrañamiento frente al horror. Por su parte, Joran ten Brink aborda el re-enactment en el cine como un proceso de pensamiento crítico tomado de la historiografía. Ten Brink se pregunta por las posibilidades de este método, cuyo referente cinematográfico encuentra en La Commune (Paris, 1971) (2000) de Peter Watkins, para acceder a un conocimiento nuevo acerca de la violencia. En las últimas intervenciones se cristalizan diversas posibilidades fílmicas afines a esta idea: Rithy Panh, el testimonio y el archivo en el genocidio camboyano; Avi Mograbi y el soldado asesino de Z32 (2008); Errol Morris y las imágenes de Abu Ghraib, y Joshua Oppenheimer que, en una reflexión junto a Michael Uwemedino, aporta el concepto de performance arqueológica como un método cinematográfico que trabaja a través de los gestos, rutinas y rituales del pasado para ponerlo en escena desde el presente. Un método que se despliega en un doble proceso: por un lado, la excavación histórica, que presupone estratos diferentes en los que poco a poco ir profundizando, y la reconstrucción histriónica, que añade capas de sentido desde la performance y la puesta en escena, y que constituye la base del dispositivo cinematográfico de The Act of Killing.

 

Con todo ello, este Killer Images se abre ante el lector como una reflexión plural que parte de una cuidadosa hermenéutica de las imágenes para indagar sobre nuevas posibilidades de afrontar la violencia política desde el cine. El cuerpo y la palabra son, en lo performativo, formas de escritura de lo real. Ante ello, el cine, como forma de operar desde el cuerpo y la imagen, puede ser una poderosa vía de investigación sobre el mal para restituir una memoria donde pesan demasiados silencios. Las películas de Oppenheimer son ejemplo de ello, de cómo la investigación cinematográfica puede trasvasarse a la práctica, y de cómo el principal valor de estas páginas reside en su voluntad de abrir camino teórico a la creación cinematográfica, apuntalando las bases de todo un movimiento cinematográfico contemporáneo en torno al horror y sus prácticas, que, por el camino, parece querer reinventar el cine documental, con un pie dentro y otro más allá, donde la teoría se asoma.