MICHAEL WITT. 'JEAN-LUC GODARD. CINEMA HISTORIAN'. 
Indiana University Press, Bloomington, Indianapolis, 2013, 288 pp.

Carolina Sourdis

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Jean-Luc Godard es, probablemente, el cineasta que más profunda y conscientemente ha investigado la relación entre el cine y la historia; seguramente es también uno de los "historiadores" que ha llevado a cabo esta búsqueda de la forma más radicalmente cinematográfica. A través de la experimentación en torno al montaje tanto en su dimensión de herramienta para la creación como de categoría conceptual del pensamiento, Godard ha abierto un horizonte y sentado un territorio para pensar e "historizar" el cine (y la imagen) desde sus propias materias y mecanismos. Esto, por supuesto, debería implicar una revolución (o al menos una sacudida) en la manera de concebir la aproximación teórica e histórica hacia las imágenes; un replanteamiento obligado de las metodologías para la investigación en torno a ellas; un lugar para reflexionar, no sólo sobre cómo conocemos el cine -y las imágenes-, sino cómo el cine es una forma de conocimiento por sí mismo.

 

Resulta apasionante, por lo tanto, descubrir a través de la obra integral de Godard, la genealogía, el desarrollo y las potencias de esa especie de laboratorio que se constituye a largo de su obra, compuesta por formatos tan disímiles como el cine, el video, la televisión o los collages, y que de alguna manera se ven condensados en el proyecto de Histoire(s) du cinema. Es justamente la apuesta de Michael Witt en Jean-Luc Godard. Cinema Historian. Witt, también co-editor de otros libros dedicados al trabajo del artista como Forever Godard (Black Dog Publishing, 2004) y Jean-Luc Godard: Documents (Editions du Centre Pompidou, 2006), hace un profundo y detallado análisis sobre el trabajo y el pensamiento del cineasta para dilucidar el teorema godardiano según el cual el cine, y en particular el montaje cinematográfico, reconstituyen el concepto, la experiencia y la forma de la historia: «The central tenet of his theorem – is the proposal and demonstration of a cinematically inspired method of fabricating history based on the principle of montage of disparate phenomena in poetic imaginary» (Witt, 2013: 2).

 

En lo que parece insistir este teorema, y que se vuelve una constante a través de las páginas de Witt, es demostrar que el cine otorgó a las imágenes una lengua, una forma para autoexpesarse; de ahí, la noción del cine como herramienta epistémica y elemento pleno para la formulación de ideas. La forma que piensa, como lo expresaría Godard en el capítulo 3A. En esta caída de la tiranía de la palabra –por ejemplo la idea del dibujo como una forma más directa de expresión que la escritura (2013:192), surge la búsqueda de una metodología historiográfica alternativa a los discursos lineares, cronológicos y totalitarios de la historia, búsqueda que Godard resuelve en la "moviola", poniendo de manifiesto la tensión, la posibilidad de combinación y comparación implícita en el movimiento del montaje, para formular un pensamiento nuclear, anacrónico y subjetivo en torno a la historia.

 

Podría pensarse que el libro de Witt está estructurado al modo de Histoire(s) du cinema. Aunque dividido en 7 capítulos, cada uno con un claro objeto de estudio y una tesis, algunos referentes claves como Malraux, Langlois o Daney, y algunos motivos godardianos como la noción de "montaje", la de "proyección" o la naturaleza "órfica" de la concepción de la historia, son transversales al estudio y se desarrollan a través de varios apartados creando ciertas resonancias. El primer capítulo expone una detallada genealogía de la serie en perspectiva de la obra integral de Godard, dilucidando la búsqueda de un método que no siempre tuvo los medios para expresarse; el segundo y el tercer capítulo, probablemente el cuerpo central y más interesante del estudio, se concentra por un lado en la exploración y fundación del dispositivo videográfico y por el otro, en el concepto de historia que deviene de esta experimentación audiovisual. El cuarto apartado, estudia la relación del cine con los campos de concentración desde el reproche godardiano sobre la ausencia de imágenes cinematográficas en torno a ello, para en el quinto explorar la noción de "cine nacional" de posguerra y la cinefilia como territorio. El sexto capítulo, cuestiona la influencia de la televisión sobre el cine, y finalmente en el séptimo capítulo se reflexiona sobre el diseño sonoro en la obra de Godard, abriendo la perspectiva para estudiar al cineasta como artista multimedial.

 

La mayor potencia de Jean-Luc Godard. Cinema Historian radica en que además de enmarcar los planteamientos de Godard en la tradición cinematográfica francesa (Vigo, Cocteu, Bresson, Epstein, Renoir) y establecer varios antecedentes fílmicos de Histoire(s) du cinema (Film sur le Montage de Jean Mitry en 1965 o La machine a refaire la vie de Julian Duvivier en 1934), Witt logre señalar casi a modo de evidencia los vínculos del teorema godardiano formulados desde el cine, con una búsqueda antipositivista ya fundada desde el terreno de la historia y la filosofía del arte (Charles Peguy, Walter Benjamin, André Malraux). Cita Witt un fragmento de la obra póstuma de Peguy Clio, dialogue de l'histoire et de l'âme païenne:

 

«I was given a name, History, and a first name, Clio. What would it have been if it had had nothing at all to do with text, but with movement itself, with an idea, with reality, with life (...) Or simply if it had still had something to do with a text, but had had nothing to do with determining it on the basis of words, but on an idea, for example, or on an intention, or on a movement». (2013:79)

 

El cine, por tanto, vendría a ser la manera de materializar una cierta forma de conocimiento, de experiencia del tiempo que poco tendría que ver con la fundada por la palabra, y que estaba siendo ya concebida incluso antes de que el mundo conociese el invento del cinematógrafo. Como bien nos muestra Witt a lo largo de su estudio, Godard articuló este conocimiento a través del montaje: mucho más allá de su potencial para dar plasticidad a una forma o continuidad a una narrativa, para Godard, el montaje se concibe y se práctica como herramienta escritural para fundar un pensamiento plástico con imágenes; con una idea, una intención, un movimiento.