A MANOEL DE OLIVEIRA

Luis Miguel Cintra

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CINTRA, LUIS MIGUEL, "A Manoel de Oliveira" en Cinema Comparat/ive Cinema, n.6, 2015, pp. 13-14.

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El zapato de raso (Le Soulier de satin, Manoel de Oliveira, 1985)

El zapato de raso (Le Soulier de satin, Manoel de Oliveira, 1985)

Señoras y Señores míos,

Antes de dirigirme directamente al amo de la fiesta, de quien hoy celebramos el cumpleaños, me gustaría saludaros a todos por estar aquí. Y os explico por qué.

Ya han pasado más de 25 años desde el día en que por primera vez fui filmado por Manoel Oliveira, rodeado de mucha gente, entre figuración y equipo técnico, atado al mástil de un monumental navío construido en medio de los estudios de la Tóbis, mecido por unas olas falsas que en verdad se movían por la fuerza de los brazos de los hombres, en una larga toma de Le Soulier de Satin de Claudel. Fue allí cuando experimenté lo que como espectador había creído sentir viendo el Acto da Primavera: este cine no es privado. Este cine se dirige al mundo, a todos los hombres y a cada uno, a todo aquel que quiera. No conozco cine que piense más en aquellos para quienes está hecho, en los espectadores a quienes será o debería ser mostrado, y que a Manoel de Oliveira le gustaría que fueran, como dice el prólogo del Acto da Primavera, «cualquier pecador», o sea todo el mundo, ya que pecadores seremos todos, y cada uno tan digno de respeto como el otro. Más que en un escenario, ese día tenía delante de mí la cámara de Manoel de Oliveira para exponerme al mundo entero. Percibí que su cine me responsabilizaba como ningún otro en mi condición de ser humano y de actor, y que en aquella situación quien filmaba asumía mayor coraje y responsabilidad que yo.

Después, de película en película, fui percibiendo cada vez mejor cuánto era verdad esto. Y se confirmó todavía más cuando en esa, y muchas otras películas, Manoel de Oliveira me pedía que mirase al objetivo, y me decía: «Sabe, cuando mire hacia ahí piense que está mirando la sala donde el filme será proyectado». La máquina de filmar no era, como en otros casos, la mirada escondida del realizador, era el instrumento del que abiertamente se servía para elaborar un arte que solo tenía sentido si era mostrado a todo el mundo.

En este mismo sentido, siempre he notado la importancia y el igual respeto que Manoel ha dado a todos los actos públicos en los que le han pedido participar, fuesen los Festivales, los homenajes, el contacto con los medios de comunicación, cualquier día de proyección de una película suya, o bien los más sencillos encuentros con otras personas, una entrevista, una cena en su casa, un paseo, o estar con los demás. No creo que lo haga por más vanidad que aquella que pide el amor propio que cada hombre debería tener. Creo, en cambio, que lo hace porque solo como miembro activo de la sociedad humana entenderá su oficio de artista o su sencilla condición de ser humano también. Hablando en un tono menos grave, será por esta misma razón que felizmente nunca ha dejado de bromear para relacionarse con los demás. Y por eso mismo ya he dicho que este cine es eminentemente político en el más noble sentido de la palabra.

No siempre, como sabemos, la respuesta de los demás a su cine ha sabido tener la misma dignidad que la de aquello que les era presentado. Nunca me cansaré de admirar cómo a lo largo de tantos años su energía fue luchando contra la falta de curiosidad de tanta gente que, como infelizmente suele pasar, se acobardaba y no se daba espacio para, con los ojos que permiten ver, responder al desafío. Y lo rechazaba o simplemente lo ignoraba. Pero fue él quien, con una voluntad y una convicción inamovibles, resistió hasta vencer la indiferencia, la envidia portuguesa de la que Vieira habla, y sobre todo, los prejuicios y modelos de un gusto siempre normalizado. Hoy felizmente el mundo entero reconoce el interés de su obra y hasta tal vez algunos de nosotros, como seres humanos, nos reconozcamos en ella y en su manera de dar a ver la vida.

Por más que lo quiera personalmente y por gran amigo lo tenga, para mí esta celebración posee un especial significado. Confiada a los cuidados más que competentes de Serralves, será una ceremonia política, una ceremonia oficial en la que el gobierno del país donde nació le agradece lo que ha hecho y le rinde especial homenaje en el momento en el que cumple cien años. A eso tiene todo el derecho. Y este día debería hacer Historia. La forma como encara su actividad de creador es ejemplar. Su trabajo será tan inútil como cualquier obra de arte, pero es por eso mismo, y como todo el arte debería ser, es la más completa forma de estar vivo. En su caso se hizo evidente como un bien cuya importancia es reconocida mucho más allá de lo nacional. Vuestra presencia aquí significa que de igual modo lo entendéis, y por eso os saludo. Muchas gracias.

Pero si me permiten, diré que esta fiesta también es una fiesta de amigos. De mucha amistad. Felizmente nuestro rey de la fiesta sabe bien cómo en la vida todo se mezcla y nada vivo se organiza en compartimentos estancos. Me gustaría pasar ahora a dirigirme a usted, Manoel, y si soy capaz en un tono menos solemne, haciéndome representante de todos los actores que llamó para sus filmes. Felicidades, Manoel, por sus 100 años y por el tremendo amor a la vida del que dan testigo, claro, pero sobre todo por lo que ha hecho, por la manera como ha sabido ser, y por lo que nos ha hecho vivir.

Cuando vi Cristóvão Colombo o enigma, su último largometraje ya terminado, en un estreno que fue una fiesta, como pasa con todos los estrenos de sus películas, me impresionó la profunda melancolía que atravesaba la película y hablé de ello en una entrevista. Sé que le gustó la observación. No me equivoqué, pues. Pero me había habituado a verlo más bromista y más provocador, y si es verdad que en su arrojo formal permanece en este filme el gusto por subvertir y reinventar el lenguaje del cine, con el que siempre le he visto bromear, sentí que había novedad como siempre, pero que consistía en una nueva distancia y mucha melancolía presente en toda esa búsqueda de la memoria que la película nos muestra. El caso de Colón es el de alguien que dio al mundo tanto como el descubrimiento de un nuevo continente, y sin embargo apenas se sabe quién fue. Es como si la película se interrogase sobre lo que queda en la memoria de los demás de todo aquello que uno vivió y dio al mundo, temiendo que de hecho la memoria del mundo sea poca. Y la película encara valientemente cómo es de efímero lo que nos hace vivir. Su cine, ya se sabe, da que pensar. Me encontré pensando en cosas pequeñas a la luz de la eternidad o del paso del tiempo: en la vida de aquellos actores que ha escogido para representar los papeles del filme, Ricardo, Leonor Baldaque y Leonor Silveira, el propio Manoel y la Sra Doña Isabel, allí tan maravillosamente mostrados tal como yo los conozco, y hasta pensé en mí, allí filmado a vuestro lado, tan igual a mí mismo que nadie cree que yo sea el director de museo que usted decidió que simulara que era.

En aquellas imágenes, como finalmente en todas sus películas, Manoel, quedamos todos nosotros filmados en aquellos momentos de juego más o menos serio que usted nos hizo vivir -y en este caso, a usted también-, más allá de cualquier ficción que, como ejercicio de la fantasía, su sal de la vida, siempre pone a jugar con la realidad mediante esa forma suya tan única de pensar. A partir de muchos momentos de la vida de los actores como ese se ha ido haciendo su cine. Lo que para mí hoy cuenta más, y que es indisociable de la alegría que me proporciona haber podido participar en tantas películas suyas, es justamente el recuerdo de esos momentos de felicidad o de tensión, o en cualquier caso de profunda exaltación, que cada película ha significado tanto para los que fueron filmados como para quien los filmó o ayudó a filmar. ¡Y son ya tantos, tanta gente y desde hace tanto tiempo cuyo nombre usted ha inscrito en los créditos de sus películas! Lo que hoy más me gustaría decirle, en nombre de esa gente, y sobre todo de aquellos a quienes se llama actores, es cuánto significa para nosotros que nos haya dado esos momentos de vida y los haya transformado en comunicación con el mundo, es cuánto le agradecemos haber participado en su obra porque ella nos hace vivir más. No hay melancolía que pueda esconder esta alegría. Su obra da mucho más sentido a la vida de mucha gente.

Nunca en el rodaje de sus películas sentí ninguna noción de jerarquía. Hay actores que son vedettes, hay principiantes, hay quien no es actor, y hay evidentemente personajes, pero hay sobre todo personas que considero que usted sabe que solo valen por lo que son. Y es por eso que nadie nunca queda mal, aunque no sepa interpretar. Creo que ese “ir bien o mal” no es un concepto que entre en su cine. Es raro eso, y es cosa de quien sabe el valor de lo que es estar vivo. Manoel consigue que filmar con él sea un momento importante de nuestra vida, y siempre lo he sentido como una invitación a mostrar al mundo quién soy y de qué soy capaz. Hemos sido, sí, gente viva delante de su cámara, con toda la variedad que el género humano implica. Unos buenos y otros malos, eso sí. Y todos los que hemos ido pasando por eso nos sentimos ahora como una enorme familia de la que usted es el obvio fundador. Porque fue Manoel quien nos ha querido juntar a su alrededor, nos ha puesto delante del mundo y con nosotros ha sabido crear más vida. Todo para, con la ayuda de su arte, intentar comprender mejor, lo que finalmente implica para vivir más. Eso da más sentido a nuestra vida, y aunque no lo hayamos entendido todos con la misma conciencia, y cada uno haya guardado de ello un recuerdo diferente -como tiene que ser-, y se haya portado de manera diferente, a partir de la responsabilidad que nos ofreció de asumir una total libertad, su cine removió la vida de todos. Esto no tiene precio.

Es en mi nombre, y considero que en nombre de todos sus actores, y debido a la mucha vida que recibimos de usted, que en el día en que cumple cien años, yo se lo agradezco. Y ni que sea por un momento, sin ninguna melancolía, con el mayor afecto y la mayor alegría de vivir, continúe, por favor, haciendo películas.

Rodaje de El zapato de raso (Le Soulier de satin, Manoel de Oliveira, 1985)

Rodaje de El zapato de raso (Le Soulier de satin, Manoel de Oliveira, 1985)

 

Nº 6 LA POESÍA DE LA TIERRA. CINE PORTUGUÉS: ACTO DE PRIMAVERA

Editorial. La poesía de la tierra
Gonzalo de Lucas

DOCUMENTOS

El alma no puede pensar sin una imagen
João Bénard da Costa, Manoel de Oliveira

Una cierta tendencia del cine portugués
Alberto Seixas Santos

Manoel de Oliveira
Luis Miguel Cintra

La experiencia directa. Entre el cine del norte y Japón
Paulo Rocha

Conversación con Pedro Costa. El encuentro con António Reis
Anabela Moutinho, Maria da Graça Lobo

ARTÍCULOS

El teatro en el cine de Manoel de Oliveira
Luis Miguel Cintra

Una eterna modernidad
Alfonso Crespo

Escenas de luchas de clase en Portugal
Jaime Pena

Tendencias estéticas del cine portugués contemporáneo
Horacio Muñoz Fernández, Iván Villarmea Álvarez

Susana de Sousa Dias y los fantasmas de la dictadura portuguesa
Mariana Souto

RESEÑAS

MARTÍNEZ MUÑOZ, Pau. Mateo Santos. Cine y anarquismo. República, guerra y exilio mexicano
Alejandro Montiel