EL CINE EN LA TELEVISIÓN

Marguerite Duras, Serge Daney

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Marguerite Duras

 

Serge Daney

Arriba: Marguerite Duras en Le camion (1977)

 

Abajo: Serge Daney en Jacques Rivette-Le veilleur (Claire Denis, 1990)

Marguerite Duras: Imagínese que ve una película por primera vez en la televisión.

 

Serge Daney: Es una cuestión un tanto general, porque he visto y he vuelto a ver un montón de películas por la televisión o que hacía mucho tiempo que no había visto en el cine. La televisión no es un medio que exponga un cine inédito, sino lo contrario. Y mira que la veo constantemente por las noches pero, por otro lado, también entiendo las consternación perversa de la cinefilia que se está produciendo. En mi opinión es formidable porque causa un efecto más directo y efectivo que las propias salas antes de que queden desiertas. ¿Qué le diría usted a alguien que quiere aprender cine sobre aquello grandioso y que se exhibe en salas de cine?

 

M.D.: Piensen en Bresson, por ejemplo, cuando descubrió la televisión. No me lo podía imaginar. Para mí la televisión es todo aquello que forma parte del cine comprimido en un pequeño espacio, pero en una calidad perfecta. Pensad en Canal Plus, y que a partir de las seis de la tarde hasta las cinco de la mañana hay películas consecutivas, una detrás de otra, y de todos los géneros, además de capítulos de series y demás. Y ahí la imagen sigue conteniendo ese suspense, esa cualidad puramente cinematográfica.

 

S.D.: La televisión tal y como la entendemos es un acto, y la figura del crítico de cine como literario se difumina, ya no es un solitario y el flujo de películas es tan grande, que la televisión además permite ver tanto una parte como todo el contenido de una película.

 

M.D.: Sí, yo miro cine en la tele y para mí es un pasatiempo. Me ocupa esas horas de la noche tan largas en las que me cuesta conciliar el sueño. Y es perfecto.

 

S.D.: ¿Qué es para usted la televisión?

 

M.D.: Es maravillosa. Sigue habiendo los momentos puros cinematográficos y esa concepción de suspense y de no ver qué pasará plano a plano.

 

S.D.: Esta idea de suspense quiere decir que hay ese momento de agitación a través de la imagen que es extraordinario y precioso como ese proyector de los primeros cineclubes en los que se exhibía a Charlot y Maurice Chevalier.

 

M.D.: Sí, pero esto no volverá a ocurrir jamás.

 

 

Serge Daney

Serge Daney

S.D.: ¿No? Es más una tradición americana de transportar todo el cine a la televisión, pero sin ese comportamiento más social. Piensa en películas como Star Trek (Star Trek: The Motion Picture, Robert Wise, 1979), que permiten ser televisadas y crear ese espacio fanático de la película, y ser más rentables aunque se pierda su carácter más social y de reunión en un cine. Y es mucho más fácil jugar con estos contenidos que pueden ser vistos múltiples veces y por parte de todos los miembros de una familia, desde los más jóvenes a los adultos.

 

M.D.: Mira, yo estoy abonada a Canal Plus, y creo que la función de la televisión no es mantenerme calmada o tranquila, sino que es otra. Es puramente la ocupación del tiempo en el espacio. Tiene una cierta vacuidad y en menos de una hora tienes a la persona que la está mirando dormida. Pero no sabes si la está mirando o no.

 

S.D.: Hablemos del doblaje de las películas.

 

M.D.: Bueno, si está bien sincronizado y se corresponde perfectamente a la imagen produce un gran placer, incluso más que si tuviéramos que estar pendientes de los subtítulos todo el rato.

 

S.D.: Y aunque el inglés es una de las lenguas más populares siempre hay una versión de las películas en francés. Por ejemplo, vemos a los gángsters hablando en francés y nos parece correcto porque al final distinguimos el doblaje de lo que no lo es. Y dentro de este doblaje no discernimos si se trata de un francés de una zona u otra, o mejor o peor hablado.

 

M.D.: Pero es que nosotros dos no hablamos igual. Siempre habrá diferencias entre gente que viva en el mismo lugar, igual que si nos ponemos a hablar de las diferentes zonas del mundo que hablan francés.

 

S.D.: He tardado unos veinte años en decir esto, pero veo que el doblaje en la televisión es uno de los mejores encuentros jamás realizados. ¿Cómo puede ser esto?

 

M.D.: Sigue siendo un misterio, ya que el devenir de la televisión es un gran enigma.

 

S.D.: ¿Qué esperas de la televisión?

 

M.D.: Bueno, yo en lo que me seguiré fijando es en la perfección del lenguaje sea como sea, en eso tan bello que sugiere siempre.

 

 

Marguerite Duras en el rodaje de Agatha et Les Lectures illimitées (1981). Fotografía de Jean Mascolo

Marguerite Duras en el rodaje de Agatha et Les Lectures illimitées (1981). Fotografía de Jean Mascolo

S.D.: Por ejemplo, hablando de tus espectadores en las películas, el número ha ido cambiando pero aún así tienes un público muy fidedigno a tu cine. ¿Por qué crees que pasa esto?

 

M.D.: Bueno, el número no es importante. Debería ser un calificativo más que cuantitativo. Porque si el cine se rigiera muchas veces por los números, se habrían dejado de hacer muchas películas que actualmente volvemos a ver y nos resultan geniales.

 

S.D.: Pero si hablamos del cine comercial, ahí es diferente. Se tiende a la decadencia en beneficio de unos registros de público mucho más elevados. Pero también es más fácil conseguir cierta financiación.

 

M.D.: Es verdad, al final tiende a parecerse a la televisión, ya que también quiere implicar a los jóvenes que son más susceptibles de distraerse con estas películas. Por otro lado, estas películas después serán televisadas también, así que se consiguen efectos dobles.

 

S.D.: Es difícil saber qué preferir en realidad, si un cine con subtítulos en versión original, uno que sea doblado... En fin, es complicado saber el qué, porque al fin y al cabo siempre hay cosas muy buenas y otras no tanto, pero que en la actualidad con la televisión tenemos que aceptarlas y echar un poco la vista atrás y sacar algunas conclusiones.

 

M.D.: Sí... pero yo en la televisión, un buen día, ya no me acuerdo cuando fue, vi una película preciosa. Creo que no había visto una antes con ese sumo detalle sobre el amor y la palabra tan bien ejecutada. Era un documento único sobre el cine y lo vi en la televisión.

 

S.D.: Siempre el cine americano ha tenido algo que decir en este aspecto, y es que por muchos recursos que se destinen a una película también salen obras muy interesantes y de gran valor artístico. Por ejemplo, cineastas como Coppola, Scorsese y películas históricas o que tratan temas históricos como Platoon (Oliver Stone, 1986) terminan aportando un punto de vista único. Pero también hay una industria gigante tras estas películas sobre la guerra, los soldados, etc. Y es que bien se podría hacer un Platoon 2 sin ningún problema.

 

M.D.: Me pareció muy sádica Platoon, aunque hay cosas que destacar en esa película. Pero aún así el cine que más me interesa y que va muy ligado al cine americano por raíces culturales y artísticas es el cine inglés y su sonoridad, esta lengua en el cine es tan pura y maravillosa.

 

S.D.: ¿Y qué piensas sobre la pronunciación inglesa? ¿Crees que tiene una dramatización inherente según la misma pronunciación que ya se veía en los autores clásicos de la literatura anglófona?

 

M.D.: Bueno, sí, es un modo de hacer las cosas. Ellos tienen éste y es así. Por otro lado, si te pones a analizar el cine americano ves que Fonda, además de protagonizar películas, era un símbolo de aquel cine americano en una época muy concreta. Su persona traspasaba las películas en sí mismas. Este es el fenómeno americano y realmente lo adoro. Lo mismo con John Ford, pero es distinto con Hitchcock, pues fue él quien sobrepasó a los actores en ese momento.

 

 

El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, John Ford, 1939)

 

Stromboli, tierra de Dios (Stromboli, Terra de Dio, 1949)

Arriba: El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, John Ford, 1939)
Abajo: Ingrid Bergman y Roberto Rosellini durante el rodaje de Stromboli, tierra de Dios (Stromboli, Terra de Dio, 1949)

S.D.: Pero en Europa pasó algo parecido con Rossellini e Ingrid Bergman, aunque ambos se dispusieron a tratar una realidad europea que acarreaba ciertas preocupaciones sociales tanto en Italia como en otros países.

 

M.D.: Sí, además era un cine más pedagógico y al margen de Hollywood en el que la mujer también se convertía en objeto de moral para todo el público.

 

S.D.: Actualmente, con la televisión ha cambiado bastante este paradigma. Cualquier actor joven de cualquier edad, únicamente por destacar un poco en la televisión se vuelve famoso y un objeto fanático al instante. Y hay algo oscuro y desconocido, en lo que genera estas imágenes en el público.

 

M.D.: Sí, en la televisión y el sistema que se ha generado alrededor de ésta, hay algo muy malvado y oscuro que hace que no se puedan construir ese tipo de imágenes más duraderas e interesantes que el cine de antes sí permitía. Por ejemplo, en el cine francés pasa algo muy parecido: los actores en realidad son muy reservados, pero el comportamiento en sus obras ha llevado al público a transportarlos a la propia escena personal sin que puedan distinguir una cosa de otra.

 

S.D.: Sí, claro, entiendo que la mentalidad en el cine es vivirlo siempre al máximo para beneficiar una película e incluso la trayectoria de un actor, pero a la vez acarrea poder soportar de alguna forma esto, dado que la gente y todo el mundo cree que puede mezclar todo de una sola vez o cuando la película ha terminado. Pero aún así el discurso del cine siempre se ha trabajado sobre la imagen y no sobre el sonido, que a veces es más importante o destacable que la propia imagen.

 

M.D.: Se piensa que es poco exportable, el idioma, la lengua. Aunque es universal. Pero a mí lo que me interesa del cine es eso precisamente, la palabra que puede ser tanto oída como silenciosa.

 

Marguerite Duras en el rodaje de Agatha et Les Lectures illimitées (1981). Fotografía de Jean Mascolo

Marguerite Duras en el rodaje de Agatha et Les Lectures illimitées (1981). Fotografía de Jean Mascolo

 

S.D.: Pero la televisión simplifica las cosas. Puedes ver un resumen o un pequeño fragmento de alguna película y luego cambiar de canal o apagarla.

 

M.D.: En parte sucede lo mismo que con la lectura. Antes de leer un libro siempre queremos ver ese pequeño extracto, resumen, sobre lo que después nos encontraremos dentro y tras esto decidimos si nos embarcarnos o no. No creo que con la televisión esto cambie y no debe ser perjudicial para las películas.

 

S.D.: Pero en la televisión la película pierde realmente sus palabras o su término más cinematográfico. Ese espacio pequeño que es el mueble de la televisión no da para la abstracción característica del cine en pantalla grande aunque su código está presente.

 

M.D.: Para mí, el cine es saber escuchar bien. Poder hacerlo, y aunque esa profundidad en el código sigue existiendo y la dimensión abstracta cambie o se difumine, depende de la tolerancia del público y de lo que éste sabe de antemano y cómo se encuentre en ese momento.

 

 

Le camion (Marguerite Duras, 1977)

Le camion (Marguerite Duras, 1977)

S.D.: Entonces, ¿estamos hablando de dejarlo todo en manos del público, no?

 

M.D.: Un poco sí. Es el juego que propone la televisión. La tolerancia del público respecto a las películas. Por eso creo que debería enseñarse a ver y a escuchar en la escuela antes que leer. Esta es la clave, en realidad. La tolerancia del público que ya determina muchos aspectos de la producción.

 

 

Esta conversación se produjo en el programa radiofónico nº79 de Microfilm, de Serge Daney, emitido por France Culture el 26 de abril de 1987.

 

Conversación transcrita y traducida por Valentín Vía.